En 1546, la peste negra que arrasó con la vida de millones de europeos, también se llevó a su esposa y a sus dos hijos, un niño y una niña. Entonces Michel se instaló en Provenza, en la región donde había nacido el 14 de diciembre de 1503. Para entonces, en Aviñón había estudiado letras y humanidades y en la Universidad de Montpellier se formó como médico. Cuando se casó nuevamente, y ya era una persona madura, percibió una suerte de inspiración sobre hechos que ocurrirían y se le ocurrió llevarlos al papel. Y los ocultó.
Michel o Miguel de Nostre-Dame o Nostradamus sin duda era una persona especial y tenía un don en el que sus abuelos, conocedores de las matemáticas, la astronomía y astrología habrían tenido mucho que ver en esa ciencia oculta de predecir el futuro.
Decía que sus profecías las había obtenido en esas largas horas en las que por la noche permanecía encerrado en su estudio, donde atesoraba sus libros, preparados medicinales y proyectos. Para él, esos mensajes provenían del cosmos porque todo lo que ocurría en la tierra estaba relacionado a los movimientos de los astros. Y esas predicciones, precisamente, se las había comunicado Dios a través de los planetas por entonces conocidos.
Como era sumamente arriesgado hablar abiertamente de estos mensajes que revelaban hechos y sucesos que aún no habían tenido lugar, los escribió en un lenguaje críptico y enigmático, que muchas veces dieron lugar a más de una interpretación. Así nacieron las Centurias, que se animó a editarlas en Lyon en el año 1555 cuando pensó que podían ser de alguna utilidad. Fue tal el éxito que ampliaría, en sucesivas ediciones, con más predicciones. Son en total 6338 que, como están escritas en un lenguaje elíptico, es posible darles más de un significado.
¿Quién no buceó en esos adelantos del futuro, escritos en cuartetas, para ver qué ocurriría en el 2021, luego de la pandemia del año pasado?
Algunos creen ver en la siguiente predicción la pandemia por el coronavirus: “La gran plaga de la ciudad marítima no cesará hasta que se vengue la muerte de la sangre justa, condenada por un precio sin crimen, de la gran dama indignada por la simulación”. Si bien la ciudad de Wuhan, donde se cree que comenzó todo no es marítima, sí lo es el mercado donde se servía la famosa sopa de murciélago, que integra la lista de culpables de propagación de la enfermedad.
Para este año predijo que “en el cielo se ve fuego y una larga estela de chispas”, lo que llevó a conjeturar sobre una inusitada actividad cósmica y hasta algunos arriesgaron a que se refería a un cometa que chocaría contra la tierra o que pasaría demasiado cerca. Tenemos aún medio año para verificarlo.
Y en la cuarteta “Pocos jóvenes: medio muertos para empezar/ Padres y madres muertos de infinitos dolores / Mujeres de luto, la pestilente monstruosa: / El Grande no será más, todo el mundo se acabará”, aventuró la aparición de zombies a partir de la propagación de un virus.
Si la ansiedad carcomía a los norteamericanos por saber el resultado de las últimas elecciones, hubieran sabido que Donald Trump perdería las elecciones con leer a Nostradamus: “Un gran rey perdería su corona…”
Pero, ¿por qué se le da tanto crédito a Nostradamus?
Cuando lanzó sus Profecías, captó la atención de gente poderosa e influyente. El primero que lo amparó fue Enrique II, rey de Francia. Y Nostradamus acertó cuando predijo su muerte en un duelo: “El león joven al viejo sobrepasará, / En campo bélico por singular duelo, / En jaula de oro los ojos le atravesará, / Dos choques uno después morir muerte cruel”. El monarca moriría, luego de días de agonía, por un pedazo de lanza que se clavó en su ojo y que salió por su oído.
Cuando el francés escribió “un Emperador nacerá cerca de Italia, / Que el Imperio será vendido muy caro, / Dirán con qué gentes él se junta. / Que se le encontrará menos príncipe que carnicero”, se habría referido al nacimiento de Napoleón Bonaparte. Otras cuartetas aportarían datos concretos de su reinado.
El 20 de junio de 1791 el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta escaparon de París disfrazados, aunque serían apresados en Varennes. Más de 200 años atrás, Nostradamus describió este suceso: “De noche vendrá por el bosque de Reines / Dos partes torcido Herne la piedra blanca, / El monje negro en gris en Varennes / Elegido rumbo, a causa de tempestad, fuego, sangre, corte”.
Desde el incendio de Londres de 1666, la primera y segunda guerra mundial, pasando por el atentado a las Torres Gemelas, en sus profecías se interpretan indicios que probarían que el astrólogo y médico francés sabía de lo que escribía. Para otros, sus aseveraciones dejan la puerta abierta para más de una interpretación.
Cuando ya era famoso, el rey Carlos IX lo nombró su consejero y médico de la corte. Nostradamus murió el 2 de julio de 1566 víctima de la gota y la artritis. Tenía 62 años.
En su tumba está grabada la inscripción: “Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel Nostradamus, el único hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo”.
Había adelantado cómo sería su propia muerte. “Nada más hará. / Irá a reunión Dios. / Parientes cercanos, amigos, hermanos de sangre completamente muerto cerca de la cama y del banco” y así fue como murió. De la misma forma, cuando en 1700 se dispuso el traslado de sus restos, se abrió el féretro y se encontró una chapa que tenía grabado el número 1700. Más indicios para que muchos sigan hurgando en sus profecías para adelantarse a hechos que, para el común de los mortales, siguen siendo un misterio.
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