La venta de chipa, uno de los trabajos que más creció en pandemia: «En la calle se puede vivir, se puede ganar»

Ejemplo por excelencia de la venta ambulante, los "chiperos" ofrecen sus productos en toda la ciudad, con su canasto característico y los gritos de "chipa calentita" conquistan a los clientes y logran recaudar hasta 1400 pesos por día.

Iguazú (LaVozDeCataratas) La chipa es un alimento tradicional que no puede faltar en las manos de los misioneros, así como no faltan los «chiperos» vendedores de este bocado que se ingenian para atraer clientes y ganar a la gran competencia habitual.

LaVozDeCataratas conversó con dos chiperos quienes contaron su historia, cómo y porqué eligieron este trabajo.

Francisco tiene 58 años, hace 20 que es vendedor de chipa y ama lo que hace: «empecé en Posadas, tenía dos criaturas, no tenía trabajo y me presenté a una chipería, en búsqueda de un trabajo digno y honrado. Cuando llegué a la chipería, le dueña me dijo: ¿usted tiene canasto ? no -le dije-, ¿usted tiene plata? no, ¿usted tiene un mantel? no. La señora se fue atrás y cuando volvió me trajo un canasto, me fui a mi casa, lo arreglé y comencé a trabajar. Primero tenía vergüenza, caminaba por la avenida y no podía mirar  a la cara a la gente pero observé dos vendedores y ahí cree uno» comentó el hombre emocionado mientras recordaba sus inicios en la venta.

Sobre cual es el significado de ser vendedor ambulante explicó que «le tengo amor a la chipa. Es algo extraordinario, es algo que no tiene precio porque uno se gana la plata con dignidad y con amor, aunque parezca difícil de creer».

Francisco vendió chipa también en Eldorado y Colonia Mado, le gusta tanto este trabajo que hasta lo eligió por sobre otras propuestas.  «En el 2012 me fui a Santa Fe porque falleció mi padre y conseguí un trabajo bueno y ganaba bien, pero quería volver a vender chipa. Dejé todo y volví a Misiones, llegué y al otro día agarré mi canasto en la mano y salí a la calle gritando «chipa calentita» y con eso hasta hoy vivo dignamente» explicó.

Actualmente ya no sale a la calle porque trabaja en un local siempre vendiendo este alimento y enseñando a otros vendedores cual es la mejor forma de hacerlo «necesitamos gente que trabaje, gente que sepa que en la calle se puede vivir y se puede ganar, hay que enseñar a trabajar, hay que educar y hay que aprender» reflexionó.

La venta ambulante y la pandemia:

Los vendedores ambulantes fueron uno de los sectores que más sufrieron durante el periodo más duro del aislamiento dispuesto para frenar el avance del coronavirus, sobre ese moemento Francisco narró: «La pandemia fue para mi muy drástica porque me cortó el sustento. Pasaban los días y no podíamos salir a vender, ni salir a la calle. Llegó un día que me vi que no tenía nada y fue muy desagradable, porque no tenía ningún tipo de ingresos, ni siquiera el IFE me dieron. Después me llevaban la chipa y ahí comencé de nuevo a vender. pero fueron muchos meses duros».

Otra realidad fue que muchas personas se quedaron sin trabajo y encontraron en la venta de chipa una posibilidad para llevar el pan cada día a su casa. Este es el caso de Alberto, comenzó a vender hace poco más de diez meses y sobre su decisión comentó: «yo laburaba en la empresa, después en la pandemia como se complicó todo el tema, comencé a laburar acá porque necesito y tengo familia y gracias a Dios salvo el día, el pan de cada día».

Alberto llega todos los días a la chipería a las 6 de la mañana. Francisco anota cuantas chipas va a llevar y en la cocina cargan el canasto con la cantidad solicitada. Allí comienza su recorrido diario en el que gana aproximadamente $1400 por día.  «Yo vendo 70 chipas a la mañana y 70 a la tarde, ya tengo mis clientes. Empiezo en IPRODHA, después Santa Rita, hasta Barrio Unión, para las 10 de la mañana ya vendó todo. Después vengo de nuevo a las cuatro por ahí y para las siete ya estoy en mi casa» relató sobre su rutina diaria.

Ambos vendedores concluyen en que lo que les produce satisfacción es poder trabajar, llevar el dinero a su hogar y obtenerlo de forma digna. «Me gusta este trabajo, gano mi platita cada día y es un laburo honesto por eso me gusta» concluyó Alberto.

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