A casi dos años de la aparición del virus SARS-CoV-2, aprendimos que las vacunas han reducido en gran medida el impacto del COVID-19 a nivel mundial. Desafortunadamente, la evidencia indica que la inmunidad disminuye después de la vacunación, especialmente con la variante Delta, la más contagiosa del coronavirus.
Si bien la protección contra las enfermedades graves y la muerte sigue siendo alta, la protección contra las enfermedades y las infecciones más leves se ha reducido significativamente. En varios países se ha aprobado una tercera dosis de refuerzo de vacunas de dos dosis para las personas con mayor riesgo de enfermedad grave, pero el beneficio de aumentar la inmunidad en personas sanas más jóvenes y los efectos sobre la transmisión son menos claros.
En el estudio científico pre impreso publicado en la revista Medrxiv y todavía no revisado por pares, los investigadores Billy Gardner y Marm Kilpatrick de la Universidad de California buscaron examinar el impacto de una tercera dosis de la vacuna Pfizer en la infección y la transmisión y en el número reproductivo efectivo del patógeno Rt que genera en una comunidad. Para ello estudiaron los títulos de anticuerpos neutralizantes y la protección de la vacuna contra la infección y la transmisión, combinando datos sobre la disminución y el refuerzo de los títulos de anticuerpos neutralizantes en personas ya vacunadas meses atrás.
Ocho meses después de aplicada, la protección de la vacuna Pfizer contra todas las infecciones se redujo de 80 % a 60.4%. Pero una vez aplicada la tercera dosis (que aumentó los títulos de anticuerpos neutralizantes 25,9 veces en relación con los niveles después de 8 meses de disminución), se incrementó la protección al 87,2%.
Así, el aumento de la protección contra la infección y la transmisión de terceras dosis redujo la tasa de infección (Rt) entre un 21% y un 66% según la cobertura de la vacuna y la infección previa y redujo el Rt por debajo de 1 cuando la cobertura de vacunación era alta o las tasas de contacto estaban muy por debajo de los niveles prepandémicos. Según los expertos, “aplicar una tercera dosis de la vacuna contra COVID-19, en este caso de Pfizer, podría reducir la transmisión del SARS-CoV-2, lo que reduciría la infección en personas no vacunadas y las infecciones progresivas en personas vacunadas”.
“Si bien la vacunación de personas no vacunadas, especialmente en los países en desarrollo, sería más eficaz para reducir la enfermedad que proporcionar una tercera dosis a las personas vacunadas, el beneficio de una tercera dosis para reducir la transmisión es considerable y aumenta con la cobertura de la vacuna y las tasas de contacto entre las personas”, sostuvieron.
Romina Libster, investigadora asistente del CONICET en la Fundación para la Investigación en Infectología Infantil (INFANT), insistió que es prioritario vacunar contra COVID-19. “Hay países en los que por diferentes motivos ya sea políticos, sociales o económicos esto no ocurre”, afirmó la investigadora que destacó el rol que tienen las vacunas contra cualquier enfermedad hoy en el mundo y el escudo protector que se genera mediante esta práctica.
“Las vacunas son uno de los grandes éxitos de los siglos XIX y XX. Es una de las evaluaciones más costo-efectivas y que más logró bajar la mortalidad y la morbilidad de muchas enfermedades en el mundo y salvan más de tres millones de vidas todos los años. Pero en las nuevas generaciones lo que está pasando es que las vacunas son tan exitosas que son víctima de su propio éxito”, destacó. Esto se refiere a la gente al no ver las enfermedades “no las perciben como un riesgo real”. “Hay algunas que nosotros, gracias a la vacunación, no vimos nunca como por ejemplo los casos tremendos de poliomielitis o sarampión que están volviendo a circular en lugares que ya habían desaparecido, porque la gente simplemente deja de vacunarse. Las vacunas son para prevenir, se dan a al gente sana para mantenerlos sanos. Las vacunas no solo salvan vidas, también protegen contra discapacidades o secuelas”, agregó Libster.
Este artículo científico busca responder a las críticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que en repetidas ocasiones alertó que todavía no hay necesidad de instaurar la aplicación masiva de una tercera dosis de vacuna contra COVID-19. Pero la llegada del otoño y próximamente el invierno en Europa ha impulsado la idea de aplicar una dosis de refuerzo de la vacuna anticovid, sobre todo ante el crecimiento reciente de los casos.
El Reino Unido se encamina a una nueva ola de coronavirus que podría ser tan grave como la última, tras registrarse en las últimas semanas 50.000 nuevos contagios diarios. El Gobierno británico admitió además que también están aumentando los ingresos hospitalarios y las muertes, en medio de una ralentización de la campaña de vacunación contra la COVID-19. Rusia es otro caso en el que la variante Delta está haciendo estragos, con más de 36.000 infecciones diarias y récord de fallecidos.
Más allá de la demora en la llegada de vacunas contra COVID-19 a países menos desarrollados, la aplicación de la tercera dosis puede ampliar el efecto de inmunidad colectiva de la vacunas en una sociedad.
La inmunidad colectiva, también conocida como protección indirecta, inmunidad comunitaria, protección comunitaria o inmunidad rebaño, se refiere a la protección de individuos susceptibles contra una infección cuando existe una proporción suficientemente grande de individuos inmunes en una población. En otras palabras, la inmunidad colectiva es la incapacidad de los individuos infectados de propagar un brote epidémico debido a la falta de contacto con un número suficiente de individuos susceptibles. Proviene de la inmunidad individual que puede obtenerse mediante una infección natural o mediante la vacunación.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo Mariano Sasiain, profesional del Hospital Militar Central Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich (MN 122381), explicó que para lograr inmunidad de rebaño necesitamos vacunar aproximadamente un 70 u 80 por ciento de la población. “Si eso lo pensamos en relación con los miles de millones de dosis necesarias y las dificultades que hoy tenemos para para lograr esos porcentajes podemos entender el gran desafío que implica”, afirmó Sasiain.
“No solo la producción de las dosis necesarias, su distribución a todos los países del planeta y la distribución dentro de cada uno de ellos es un proceso que requiere tiempo. A esto debemos sumar la necesidad de que la población tenga confianza en las vacunas disponibles. Tenemos que ver este presente con una importante cuota de esperanza en función de que contamos con vacunas pero necesitamos imperiosamente que la población entienda que aún necesitamos seguir cuidándonos como todos sabemos”, concluyó.