Cóctel peligroso: incertidumbre por las tratativas con el FMI y señales a contramano de un acuerdo político

La relación entre Gobierno y oposición está marcada por la desconfianza. La exposición de Martín Guzmán ante gobernadores peronistas profundizó las prevenciones. Y se postergó la cita con Juntos por el Cambio. La CELAC y el juego de las contradicciones

La portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, buscó ser corrosiva en el último cruce del Gobierno con la oposición y, en rigor, lo único significativo terminó siendo otro paso en la pendiente de la política. Su discurso sonaba a favor del acuerdo y la convivencia institucional, pero quebró el principio básico para la construcción de consenso: un mínimo de reglas de juego, es decir, un piso de confianza. Dijo que Horacio Rodríguez Larreta le habría dicho a Alberto Fernández que no puede tener gestos de acuerdo porque está condicionado por la interna de Juntos por el Cambio. Si existió esa charla reservada entre el Presidente y el jefe de Gobierno porteño, ventilarla sería dinamitar normas no escritas pero elementales. Y si no existió, una mentira.

La historia del modo en que fue dinamitada la relación entre Alberto Fernández y Rodríguez Larreta es conocida. Esta vez, la carga fue por su rechazo a la convocatoria inicial del Presidente para informar a los gobernadores sobre el estado de las negociaciones con el Fondo. La Ciudad ni siquiera mandó un representante. Juntos por el Cambio reclamó una reunión con Martín Guzmán en el ámbito del Congreso y, con sonoros crujidos internos, encontró un modo de traducir sus prevenciones sobre lo que asomaba como una puesta en escena para avalar un acuerdo que aún no existe.

Apuntarle a Rodríguez Larreta fue quizá el elemento que terminó de generar en la oposición una lectura obvia: el objetivo del Gobierno sería cargar sobre JxC la responsabilidad única por la deuda y explotar las internas por sus carencias orgánicas y por la disputa de liderazgos, hoy incierta. La reacción oficialista por el condicionamiento a la cita con el Presidente y su ministro terminó provocando un cierre de filas basado, centralmente, en prevenciones.

En las últimas 48 horas, se multiplicaron las señales de dureza desde el oficialismo -con algunas declaraciones y variados trascendidos- pero también los contactos reservados. Finalmente, la reunión acordada por el Presidente en urgentes conversaciones con el radical Gerardo Morales no será realizada el lunes próximo sino a principios de la semana siguiente. Las explicaciones aludieron a problemas de agenda, a viajes de algunos de los protagonistas y, por último, al aislamiento preventivo de Sergio Massa apenas fue confirmado el covid positivo de Malena Galmarini.

Pero esas explicaciones no ocultan que el mayor problema está constituido por el cálculo político y los altos niveles de desconfianza entre el Gobierno y la principal oposición. También, el reduccionismo sobre el efecto que se le adjudica a la postal de un Presidente junto a gobernadores, algunos empresarios y jefes sindicales. Es algo que se ha repetido en otras etapas, en general lejos de ser la coronación de un acuerdo político y social. Una imagen a la que se añade la idea de que representaría un gesto determinante hacia el Fondo y hacia Washington.

Los cuatro jefes de distrito de Juntos por el Cambio. La cita con el Gobierno se postergó una semanaLos cuatro jefes de distrito de Juntos por el Cambio. La cita con el Gobierno se postergó una semana

De hecho, la exposición de Martín Guzmán frente a gobernadores del PJ y aliados -sin la asistencia de JxC y del cordobés Juan Schiaretti- alimentó en lugar de desarmar las prevenciones. Fuera de algún malestar por el tono y los gráficos del ministro, el dato saliente fue el señalamiento del punto de desacuerdo: el manejo del déficit fiscal. La intervención de Axel Kicillof agregó el dato de la persistente interna oficialista, con una especie de reclamo de cambio de estrategia oficial.

Resultó llamativo porque los gobernadores del PJ se limitaron a escuchar -algunos a la distancia, como Alicia Kirchner- y después, como expresión pública, un puñado prefirió sumar sus declaraciones a las críticas enfocadas en JxC. Fue el caso del entrerriano Gustavo Bordet y del chaqueño Jorge Capitanich, que antes sí había dejado su inquietud sobre política monetaria. Entre los representantes de otros espacios, la rionegrina Arabela Carreras se encargó de exponer respaldo pero con la advertencia de que no se trata de un cheque en blanco. Síntomas de que el ministro había dejado interrogantes abiertos.

Dicho de otra forma: las pocas preguntas en el encuentro y el bajo perfil posterior de los jefes provinciales indicarían que no está claro cuán cerca o lejos se está del acuerdo con el FMI. En cualquier caso, la mayoría se prepara para un ajuste -ese fue el cortinado de fondo del nuevo “consenso fiscal”- y empuja para evitar el default.

Las exageraciones sobre el efecto externo que podría tener un entendimiento político -como gesto al Fondo y a la administración de Joe Biden- resultan contradictorias, a la vez, con el modo de calibrar otros mensajes, como la presidencia pro tempore de la CELAC lograda por Alberto Fernández. Es parte del desmanejo, en este caso atada además al juego doméstico del frente oficialista.

El punto no es en sí mismo la CELAC, sino el sentido que pretenda darle el Presidente, su discurso -el primero buscó ser contemporizador- y sobre todo, el papel efectivo que busque tomar frente a China y el tablero geopolítico regional. En definitiva, el cargo fue ocupado hasta ahora por México, que cuida la relación con Estados Unidos, también con Andrés Manuel López Obrador.

Lo llamativo es, en principio, el efecto de los desarreglos internos. Fueron evidentes los movimientos para lograr el apoyo de Nicaragua a la postulación de Argentina, sobre todo en las últimas tres semanas, porque trababa el consenso necesario en la CELAC.

Voceros del Gobierno buscaron bajarle el tono y relativizar la imagen de canje de favores. Pero el embajador argentino en Managua, Daniel Capitanich, difundió el compromiso de asistir al acto por el nuevo mandato de Daniel Ortega, a pesar del fuerte cuestionamiento a las últimas elecciones y de las denuncias por violaciones a los derechos humanos. El régimen de Nicaragua también dio por sentado que habrá representación argentina.

El Gobierno no confirmó oficialmente la noticia, tampoco la negó. Quedó desacomodado mientras la Cancillería intentaba cuidar todo con la mirada puesta en la lectura de Washington. Eso también está a la vista.

Fuente: Infobae

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