Cabe recordar que ya en diciembre pasado, la empresa «Hijas de Juan Harriet» -autorizada por el Ministerio de Ecología- había apeado más de cincuenta árboles nativos y se aprestaba a desmontar más de quinientas hectáreas.
Ni entonces, ni ahora se realizó la consulta previa, libre e informada a la Comunidad, según lo establecen la Constitución Nacional en su artículo 75, inciso 17, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Ley 26331, todos instrumentos legales que determinan la participación de los Pueblos Indígenas en la gestión referida a sus recursos naturales.
Tekoa Alecrín fue relevada en 2009 por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) en el marco de la Ley 26160, documento mediante el cual se reconoce su posesión y ocupación sobre el territorio.
Ante un nuevo hecho de robo, usurpación, desmonte y daños que extienden sus consecuencias a toda la Comunidad y especialmente atentan contra la conservación de la cultura Mbya Guaraní, los mburuvicha Sebastián y Victoriano Benítez realizaron una denuncia y se solicitó preservar el perímetro comprendido entre la ruta Provincial 20 y el arroyo Piray Guazú, el límite este del relevamiento realizado por el INAI.
La denuncia especifica que nuevamente «nos encontramos en diferentes zonas con planchadas de madera aserrada con motosierra, rozados (desmontes), construcciones precarias de madera, plantaciones de cultivos como maíz y poroto», aclarando que la mayor actividad se concentró en el ala Noreste, entre los arroyos Piray Guazú y Alegría.
Entre los principales daños causados, se destacan la afectación al ecosistema y el impacto en las dos cuencas hídricas, de las cuales se sirve el pueblo de Piray para obtener el agua que consume, y es uno de los principales afluentes del río Paraná. Todo esto constituye un perjuicio para la ciudadanía, no sólo para la Comunidad Alecrín.
Lejos de encasillar esta denuncia en una pérdida material, es necesario comprender que el modo de ser y de vivir guaraní, así como sus hábitos y cultura, no puede pensarse sino dentro de sus territorios ancestrales, los cuales deben ser respetados por todos y es el Estado el órgano que debe garantizar que así sea.
«Vemos que la selva se la van llevando todos los días los camiones de los madereros y con ella el agua y nuestro futuro, parece que su riqueza es nuestra muerte como pueblo y cultura. Somos parte de la selva, no sus dueños, como el Kochi, Pecarí, Venado, Coatí, Paca. Sin el monte se acaba no solo nuestra vida sino también la de todos ellos. Son las distintas vidas las que hacen que la selva viva pero todos precisamos de los árboles. Pedimos al gobierno que ordene la suspensión de toda tala…», dice un fragmento del Acta de asamblea del Aty Guachu, llevado adelante en el año 2008, que resume esta problemática con las palabras de sus protagonistas.
Mediante la denuncia se solicitó que se investigue, se esclarezcan los hechos y personas vinculadas, que se interrumpa todo tipo de actividad y se garanticen los derechos ancestrales de la Comunidad Mbya Guaraní Alecrín.
Tan lamentables actos atentan contra una población ancestral, pero una vez más, el Pueblo Guaraní levantó su voz en defensa del monte, el único lugar donde pueden sobrevivir como lo que son: guaraní.
Existir y resistir ante una sociedad que les debe todo, que está en deuda de por vida, pero que sin embargo busca despojarse de sus raíces, fue, es y será el mayor desafío del Pueblo Guaraní.