“¿Hacemos una pequeña apuesta?”, le dice Chenault, el personaje de Amber Heard, al alter ego del creador del periodismo gonzo Hunter S. Thompson, que interpreta Johnny Depp en la película en la que la conoció, trece años atrás. “¿Una apuesta sobre qué?”, pregunta Paul Kemp/Depp. “Que vas a gritar antes que yo”.
En la escena, que ahora parece premonitoria, el actor maneja un Corvette descapotable rojo de 1959, el año exacto en que su amigo escribió la novela The Rum Diary, que él se empeñó en llevar al cine con su propia productora –Infinitum Nihil– en 2009 cumpliendo al pie de la letra hasta el más mínimo detalle para que la verosimilitud fuera total. Amber Heard era uno de esos detalles, sino el más importante.
El director, Bruce Robinson, dijo en su momento que, para el personaje de Chenault “buscaba a alguien con evidentes rasgos de lascivia”, y ella era “una chica absolutamente inalcanzable. […] Todo el libro trata sobre el sueño americano, y la obsesión de Hunter es derribarlo. Kemp se vuelve completamente loco por ella porque es imposible, al igual que el sueño americano”.
Desde que la vio por primera vez en el set de The Rum Diary, Heard se volvió igual de imposible para Depp que Chenault para Kemp, y también la mujer capaz de romper de un solo grito un sueño que había resistido los mayores escándalos, la mujer capaz de hacerlo gritar primero. Por entonces, todavía estaba casado con la modelo y cantante francesa Vanessa Paradis, con quien tuvo a sus hijos Lily-Rose y Jack, pero el romance fuera de la ficción era un secreto a voces.
En la historia de Thompson, el personaje de Depp se salva porque elige su carrera antes que la peligrosa tensión sexual con esa mujer con la que sabe que va a perder: “Hay escenas con alta carga erótica entre ambos, pero Kemp se ve obligado a contenerse –dice Robinson–. Debe elegir entre rescatar al periódico, y su escritura, o a esta mujer increíblemente hermosa. Y es que Amber era como esas estrellas de los años 50, en ella había misterio, no podías entender del todo qué había pasado en su vida, y eso te impulsaba a preguntarle cosas que normalmente no querrías saber”.
“¿Que me das si gano?”, le pregunta Kemp en la película antes de apretar a fondo el acelerador. Ya sabemos qué camino eligió Depp en la vida: aceptó la apuesta y –según aseguró en el juicio por difamación que le inició por US$50 millones a su hoy ex mujer y que comenzó la semana pasada en Fairfax, Virginia–, todavía está pagando las consecuencias: “Un día sos la Cenicienta y al otro Cuasimodo”, dijo para graficar ante los siete miembros del jurado popular el peso de su cancelación pública en la industria. De superestrella de Hollywood, a ver suspendida su participación en la millonaria franquicia de Disney Piratas del Caribe y tener que poner casi toda su carrera en stand by luego de las denuncias de Heard por violencia durante las secuelas de su conflictivo divorcio en 2016.
En todo caso, la historia de su breve pero intensísimo matrimonio –apenas 15 meses desde su casamiento, primero en su casa de Los Angeles y después en una isla privada en las Bahamas, el 9 de febrero de 2015, ante una veintena de íntimos y con un Depp que se declaraba “locamente enamorado”–, cuya deriva mediática puede seguirse ahora mismo en tiempo real desde cualquier lugar del mundo, enfrenta, como plantea el documental sobre la batalla legal entre ellos que estrenó la señal Discovery+ en diciembre pasado, “dos perspectivas polarizadas, o dos películas distintas”.
La de Johnny, es la de ese actor que lo tenía todo, pero flaqueó ante lo que creyó que era su gran amor, “y se encontró casado con una mentirosa maquiavélica que no se detendría ante nada para proteger su imagen”. La de Amber, la de una joven actriz, que con 28 años “se casó con el hombre de sus sueños sólo para verlo convertirse en un monstruo violento alimentado por las drogas”, plantea la miniserie de dos episodios.
Pero antes de eso, de las docuseries, las versiones encontradas y las acusaciones cruzadas, hubo un primer beso, que Depp relató hace apenas unos días en el juicio en Virginia, con la memoria todavía fresca de esos divorcios que nunca cesan –aunque lo hayan firmado oficialmente el 16 de agosto de 2016–. La conexión entre ellos fue instantánea, dijo el actor fetiche de Tim Burton: “Ese momento fue… sentí algo, algo que no tenía que sentir –dijo hace unos días en Virginia–. Pienso que hubo algo demasiado real en ese beso en la ducha”. La escena no deja dudas: ella corre la cortina de la ducha, todavía está vestida; él la mira como si supiera que su vida ya nunca más será la misma.
Ahora él la demanda por difamación porque, tras el acuerdo de divorcio por US$7 millones, en el que pese a las denuncias previas –Heard había logrado una orden de restricción en mayo de 2016 luego de un incidente en el que supuestamente Depp le tiró con su teléfono en la cara–, emitieron un comunicado conjunto en el que sostenían que su relación había sido “intensamente apasionada y a veces volátil, pero siempre unida por el amor”, que “ninguna de las partes había hecho falsas acusaciones para obtener beneficios económicos”, y que “ninguno intentó jamás lastimarse física o emocionalmente”; ella escribió en 2018 una nota de opinión en The Washington Post en la que se lamentaba de haberse convertido en una de las figuras públicas que hoy “representan el abuso doméstico”.
Para Depp es su segundo intento –y tal vez el último– de limpiar su reputación, después de perder en 2020 un juicio contra el tabloide The Sun por llamarlo “maltratador de esposas”. Heard, a su vez, contestó con una contrademanda por US$100 millones por los daños y perjuicios que contra su propia imagen que también tendrá lugar durante estas próximas cuatro semanas en el poco glamoroso condado de Fairfax, donde se imprime el Washington Post.
Para Depp la inusual locación no parece tener mayor importancia: acostumbrado a esconder durante toda su carrera su personalidad detrás de personajes que le exigían disfraces –del Joven Manos de Tijera (1991), al Willy Wonka de Charlie y la Fábrica de Chocolates (2005)–, en la semana que va de juicio, el actor parece haber encontrado refugio en su silenciado Jack Sparrow para convertir la sala en un set de rodaje. Vestido con camisa negra, corbata ancha de búlgaros, colita de caballo, anteojos oscuros, anillos de oro en las dos manos y aros de pirata, a Depp sólo le faltaban el parche y la pata de palo cuando declaró, con una lentitud pasmosa: “Mi objetivo es la verdad. Me mata que todos los que me conocieron en estos años puedan pensar que yo era un fraude. Hoy es mi primera oportunidad de hablar y siento la responsabilidad de limpiar mi reputación… No me merezco la difamación, tampoco mis hijos ni las personas que han creído en mí todos estos años”.
Los que creyeron en él y aún lo apoyan en la industria no son pocos. En la primera semana de juicio y después de tantos años de traspiés, la película de Johnny tiene una ventaja abismal sobre la de Amber: su casting es insuperable. Johnny tiene fama de buen amigo incluso entre algunas de sus ex con las que no tuvo tan buena prensa, como con Kate Moss, con quien estuvo entre 1994 y 1998, después de su ruptura con Winona Ryder, y que siempre lo recordó como alguien que se preocupaba por ella, pese a que en su momento los consideraban un “romance cocainómano”.
La propia Winona, su primer amor y a quien se tatuó en los tempranísimos noventa, cuando eran las dos estrellas adolescentes de la época, sostuvo públicamente que “es una buena persona” y no cree que sea un abusador. Paradis, la madre de sus hijos y a quien Depp dejó por Heard, también lo apoya: “Fuimos amigos por catorce años y criamos dos hijos hermosos. Es un hombre generoso, atento, amable y para nada violento. Sé lo que alega Amber Heard, pero no tiene nada que ver con el Johnny que conozco; nunca fue violento o abusivo conmigo”.
Penelope Cruz, que es junto con su marido, Javier Bardem, una de sus más queridas amigas y defensoras –ella filmó con él Blow (2001) y los tres trabajaron juntos en Piratas del Caribe, además de que los españoles se casaron en su isla de las Bahamas– ha declarado que siempre la impresionó “su amabilidad, su mente brillante, su talento y su sentido del humor. Lo he visto en situaciones muy distintas, y siempre ha sido amable y generoso con todos”. Bardem dijo a su vez que lo apoya porque siempre vio en él “a un hombre cuidadoso y atento y a un artista extraordinario que siempre escuchó a todos los que necesitaban ayuda. Y no sólo lo amo, sino que lo respeto profundamente y le agradezco por ser tan libre en su arte, y tan amable y maduro en su vida. Lo amo porque es una buena persona atrapada en las mentiras y manipulaciones de una relación tóxica¨.
Depp reconoció en su testimonio lo mismo que decía el acuerdo de divorcio –tal vez el documento en donde pueda leerse más verdad entre tantas desmentidas–: que él y Heard tuvieron discusiones durante su relación. Aquel comunicado reconocía, dijimos, que la naturaleza de su vínculo era “apasionado y volátil” –vaya eufemismo de tóxico– que ese daño no era intencional, y que las denuncias no eran falsas: es decir, es probable que situaciones como el incidente del teléfono hayan ocurrido en el contexto de una relación que era tóxica para los dos, y también, que al momento del divorcio, ninguno negaba.
Pero, según afirmó tajante Depp en el juicio: “Nunca llegué al punto de golpearla de ninguna manera, como tampoco he golpeado a ninguna otra mujer en mi vida”. Todas sus otras ex dan fe de lo anterior, aunque eso de ninguna manera lo exime en cuanto a su comportamiento con Heard. ¿A quién creerle entonces?
La película de Amber se puso en duda muchas veces en los más de seis años de idas y vueltas mediáticas y judiciales, pero siempre vale la pena pensar qué sentido tendría para ella exponerse. Una actriz que parecía una diva de los años 50, que enamoró locamente a Depp y después al hombre más rico del mundo –nada menos que Elon Musk–, ¿realmente necesitaba convertirse, como ella misma explicó en la nota que originó este juicio, en una de las caras mundiales de la violencia de género? No parece lo más sensato para construir una imagen como actriz, tampoco que necesitara el dinero.
Algunos dicen, por ejemplo, que el romance de Heard con Musk comenzó en 2015, cuando acababa de casarse con Depp, aunque recién lo harían público después de la separación del actor. La verdad sobre el comienzo de la relación de la actriz con el magnate de SpaceX y Tesla se puso en duda durante el juicio que Depp perdió en noviembre de 2020 contra The Sun. Citado como testigo de Depp, el conserje del edificio en el que vivía con Heard en Los Angeles, dijo que desde marzo de 2015 en adelante, ella era visitada “regularmente por las noches, hasta la medianoche, por Elon Musk” mientras el actor estaba rodando en el exterior.
También se insinuó entonces que Musk –y no Depp– pudo haber sido responsable de los golpes que sufrió la actriz, aunque eso jamás se comprobó. Sí se revelaron mensajes de texto en los que el flamante dueño de Twitter le ofrecía a Heard seguridad 24/7 sin importar lo que pasara entre ellos. Depp, que lo llamaba “molusco”, lo amenazó públicamente con cortarle el pene. Musk retó a Depp a pelear en una jaula cuando quisiera y siempre negó que su historia con Amber hubiera empezado cuando aún estaba casada con el actor. Pero la leyenda dice que la fijación de Musk con Heard comenzó en 2013 cuando hizo un cameo en Machete Kills, una película de ciencia ficción en la que ni siquiera se cruzaron, y también que jamás la olvidó.
A ella todavía no se la escuchó en el juicio, pero sus abogados –hay quienes sugieren que los paga Musk– aseguran lo que ya se ve: que Depp va a intentar montar su propia telenovela ante el jurado. Su película. En estos diez días de juicio eso quedó claro: los artilugios son los habituales, con el twist de los recursos de un “artista extraordinario”, como lo describe Bardem.
Así, mientras él hablaba de su infancia dolorosa y de su madre abusiva, repetía que “de la única persona de la que abusé en toda mi vida fue de mí”, y describía la escalada de toxicidad que transformó aquel primer beso de amor en un “horror que nadie merece vivir”; a ella le hicieron peritajes que arrojaron dos trastornos de personalidad –algo a lo que se negaría cualquier defensor con perspectiva de género: no hace falta decir que los abusos también pueden ocurrir en los psiquiátricos, y sin embargo sólo a quienes denuncian violencia machista se les hacen estudios de salud mental para establecer si fabulan–: borderline y personalidad histriónica (chocolate por la noticia, dirá la actriz).
Ayer, Tara Roberts, la encargada de la casa de las Bahamas, declaró bajo juramente que mientras el actor se desintoxicaba en la isla, presenció como Amber lo llamaba viejo, gordo, fracasado, sin estilo, y le decía que moriría solo y en decadencia. También aseguró que jamás la vio lastimada, y en cambio que sí vio a su jefe “con una lasión en el puente de la nariz después de un golpe que ella le dió”. Algo más: dijo que, igual que en el juicio, cuando tomaba, Depp entraba en el papel de Jack Sparrow.
Si en verdad esto es una película, es una que no ahorra en efectos de ninguna de las partes, con mejor y peor suerte, claro. Hace unos días el abogado defensor de Heard aseguró que, mientras estuvo casada con Depp, su clienta usaba maquillaje para tapar los moretones provocados por los golpes de su ex. Para sostenerlo, mostró la paleta de colores del make-up, pero lo que hizo fue oscurecer en vez de aclarar.
Porque aunque no mencionó la marca, los fans que siguen el juicio en vivo identificaron al instante que se trataba del Conceal & Perfect All In One Correcting Kit de Milani Cosmetics. Y entonces fue la misma marca la que sí aclaró rápidamente que ese kit mencionado por la defensa había sido lanzado recién en diciembre de 2017, más de un año después del divorcio.
Las revelaciones de este tipo ocurren todos los días en un juicio que no parece admitir lecturas binarias: es muy difícil ver sólo buenos y malos en una relación que casi todos admiten tóxica. Y en ese sentido no es mal recurso que hasta el mismo Depp se piense a sí mismo como Jack Sparrow; su esencia no es precisamente la candidez, aún en su peor batalla, no parece débil, y está dispuesto a dar pelea hasta el final para sobrevivir.
También tiene sentido que ese personaje que se instaló en el corazón de fans de todo el mundo sin ser ni una Cenicienta ni un Cuasimodo pueda darse por fin “un adiós apropiado” –ese que siente que no tuvo– y contar su parte de la historia. “No entendí muy bien cómo de repente fui culpable hasta que se probara mi inocencia”, dijo Depp hace unos días ante el jurado. Es una pregunta que gran parte del mundo aún se hace. Y por eso las dos películas merecen ser vistas; la suya y la de Amber.