El domingo pasado, el gobierno porteño organizó la cuarta edición del Campeonato Federal del Asado, un evento gastronómico que busca reconocer al asado como el ritual preferido de las familias argentinas. Allí, 24 participantes divididos en 3 grupos de 8 compitieron en la primera ronda cocinando tres cortes de carne (tira de asado; pechuga y pata de pollo, y pechito de cerdo) y verduras durante 1 hora. Luego de la decisión del jurado técnico e institucional, cocineros de seis provincias se disputaron el podio en la instancia final preparando cortes de vacío, tapa de cuadril, bondiola de cerdo y chinchulines. La ganadora, finalmente, resultó ser de San Luis.
Durante la jornada, organizada por el Ministerio de Desarrollo Económico y Producción a metros del Obelisco, se montaron unas 50 parrillas que tanto vecinos como turistas pudieron recorrer y degustar la oferta de los menús fijos, en medio de una densa humareda que formaba parte del folclore del evento.
Todo fue disfrute, alegría y diversión, aunque un funcionario porteño alertó sobre los efectos nocivos en el ambientes que deja el humo del asado.
Javier J. Vázquez, sociólogo y director general de Restauración Ecológica de la Secretaría de Ambiente de la Ciudad de Buenos Aires, aseguró que “la huella de carbono del asado en general es gigante” (sic) y que eso “es un lujo que nos damos en la Argentina”.
Frente a su comentario, las reacciones en Twitter no tardaron en aparecer. Y si bien algunos avalaron sus dichos con sustento científico, muchos se manifestaron muy críticos.
En otra publicación, el funcionario aclaró que suele comer asados, pero que eso no quiere decir que no reconozca los efectos que produce en el medio ambiente: “A los heaters de la huella de CO2, sepan que todo lo que hacemos tiene un impacto. Eso no quiere decir que hay que cancelarlo”.
Y agregó: “Me gusta el asado, cocino asado, me encanta juntarme con amigos a comer asado. Eso no quita que tenga una huella de carbono alta y lo reconozco”.
Y completó: “Lo que me refería es que como tipo de cocción, dado que tiene impacto del viento, de la temperatura ambiente, no se usa llama sino brasa, etcétera, y presenta el modelo más ineficiente de cocción comparado con una olla, un horno, etcétera. Sea con gas natural, energía eléctrica o garrafa”.
Entre los comentarios más filosos destacaron que en lugar de preocuparse por el humo del asado debería estar más indignado por el humo de la quema de pastizales o porque buena parte de los pobres son niños y ni siquiera tienen acceso a las 4 comidas básicas.
Otros reflexionaron sobre la necesidad de llamar “lujo” al asado, que pasó de ser un corte popular a un corte para unos pocos debido a su precio, que cada vez es más caro.
También se sumaron los que recordaron que Sudamérica en general y Argentina en particular tienen una incidencia ínfima en la emisión de gases de efecto invernadero y que además se trata de regiones que tienen superávit ecológico.
Y hubo otros, como el ingeniero industrial Nicolás Brown, que apartó datos técnicos al respecto, los cuales fueron compartidos por Vázquez para justificar sus dichos. “Quizás usar carbón de cáscara de arroz sea mejor y seguimos comiendo asado con menos huella de CO2″, precisó el ingeniero, que tiene un Master en Energías Renovables Orientación en Energía Eólica y dijo que estuvo a cargo del estudio de la huella de carbono en 2015.
“Es una cuestión moral, no vengo a evangelizar a nadie. Pero sí, vegetales, pollo, o cerdo, tienen una huella de carbono mucho menor. Y la carne al horno, menos que a la parrilla”, aconsejó el ingeniero.
Fuente Mol