Selva misionera: destino ideal para quienes gustan avistar aves

Los circuitos de la selva misionera atraen anualmente a miles de turistas extranjeros y nacionales, no solo por su impactante escenario natural, sino porque se configura como uno de los destinos exclusivos para amantes de las aves, atraídos por el universo de colores y sonidos que se despliega en el arte de la observación, una tendencia que desde la pandemia de coronavirus crece a pasos agigantados.

Iguazu (LaVozDeCataratas)  No es necesario ser un profesional en el tema, muchos de los destinos ofrecen recorridos guiados, áreas naturales con torres de observación estratégicamente ubicadas y senderos especiales para facilitar la observación de aves en su hábitat natural.

En el país, de las 1.100 especies de aves relevadas por la asociación Aves Argentinas, más de 500 habitan la selva misionera. La mayoría se esconde dentro del extenso manto verde, de denso follaje, que contrasta con la tierra colorada de Misiones.

Las cinco especies de tucanes que existen en el país están en la selva misionera y cuatro de ellos solo se ven en Misiones, pero es el arasarí chico el que supone el gran desafío para todo observador. Este ejemplar se distingue por un parche verde azulado en cada ojo, continuado por una línea amarilla que pierde intensidad y se funde con el verde oliva del dorso y su cola verde con puntas castañas. Con suerte, su canto, que emula al croar ronco de un sapo, puede escucharse al caer el sol.

Una ruta en la que es posible, pero no seguro, avistarlos es la panorámica 101, que conecta las ciudades fronterizas de Puerto Iguazú, en el extremo noroeste de Misiones, con Bernardo de Yrigoyen, en el oriente provincial, y que permite apreciar buena parte del Corredor Verde misionero, al atravesar el Parque Nacional Iguazú y los provinciales Yacuí y Urugua-í, donde abundan gigantescos palos rosas y palmitales, de cuyos frutos el arasarí chico se alimenta. Otros destinos para avistar aves en el norte de la selva misionera son el parque provincial Foerster y reservas como Puerto Península.

En estas latitudes conviven las silenciosas yacutingas en peligro de extinción, similares a una gallina de gran tamaño, de color negro azabache, con parches y una cresta prominente, ambos blancos, franjas rojas en su cuello y pico celeste, y el urutaú común o pájaro fantasma, extremadamente difícil de divisar si el ojo humano no está entrenado, dado que sus plumas se confunden con corteza de troncos y ramas secas, y posa inmóvil durante horas en el extremo de las ramas.

Las aves ocupan un lugar central en la cultura popular, algunas con dolor, como la historia detrás del pájaro fantasma, cuyo canto melancólico, similar al llanto humano, representa la agonía de una mujer que murió mientras esperaba arriba de un árbol a que su hermano regresara a buscarla, o la leyenda del colibrí, que cuenta que si un ejemplar se acerca, un familiar fallecido avisa que se encuentra bien.
Son 17 las especies de colibríes, de todos los tamaños y colores, que habitan la selva misionera. Algunas pueden batir sus alas 80 veces por segundo, alcanzar 72 kilómetros por hora si vuelan en picada y hasta 1.200 latidos de corazón por minutos, 10 veces más de lo que puede soportar un ser humano.

Patrimonios de la región también son los bailarines azules y naranjas, buscados por sus extraordinarios bailes durante el cortejo colectivo, 11 especies de pájaros carpinteros, vencejos de cascadas, águilas crestadas, una extensa lista de lechuzas de la selva y coloridos tangaras.

Hacia el sur y este de Misiones, en la zona de la Reserva de la biósfera Yabotí, que nuclea los parques provinciales Esmeralda, Salto Encantado y Moconá, habita el loro pecho vinoso, en peligro de extinción, y la urraca azul, ambos en bosques de araucarias, de los que se alimentan.
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