Vivimos en un mundo rápido. Las demandas de una sociedad que se mueve a un ritmo fast nos agobian, nos estresan, incluso nos bloquean. La cruzada personal por incorporar un ritmo más slow a nuestro estilo de vida no es fácil.
El movimiento slow nació en Italia en los años 80, en el ámbito de la alimentación y como respuesta a la invasión de cadenas de comida rápidas que estaba experimentando Europa, sin embargo, pronto se extendió a otras esferas y terminó abarcando el trabajo, el sexo, el ocio y la vida en general; así es como nació el concepto slow life, según explica Alejandra Rodriguez, escritora y coach espiritual.
Conocido también como “slow living” y “vida slow”, están bajo el mismo concepto: vivir el día a día lo más pausado posible, con conciencia en el presente e intentando conectar con lo pequeño y lo simple. Se trata un movimiento cultural internacional que promueve un estilo de vida desacelerado y enfocado en el momento, de manera a erradicar el ajetreo y el vivir en “piloto automático”.
De acuerdo a los fundamentos de esta tendencia, la clave de la felicidad y el bienestar está en priorizar los hábitos que fomentan un equilibrio entre cuerpo y mente, así como el propio desarrollo integral. Pasar más tiempo con los seres queridos, realizar actividades físicas, disfrutar de viajes para relajarse y darse el tiempo para descansar son algunas de las prácticas que se posicionan cada vez más en el mundo actual.
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La sociedad actual está mucho más abierta que hace unos años a la posibilidad de ralentizar y de pisar el freno. (Foto: Adobe Stock)
Para lograrlo, su principal propuesta es comprender cuáles son nuestras prioridades al momento y tomarnos el tiempo de procesarlas para comprenderlas mejor y actuar en consecuencia de nuestros deseos conscientes. Por ejemplo, si queremos aprender sobre un tema, lo ideal es buscar información específica al respecto y concentrarnos en esto durante el tiempo que sea necesario, evitando la sobreinformación y las distracciones. Después, habría que darse tiempo para procesar lo que aprendimos y ponerlo en práctica de forma analítica y no inmediata.
Vivir el presente: El Slow Living requiere de una vida más sencilla, en la que las personas puedan vivir el presente con mayor sencillez que cuando se encuentran haciendo muchas cosas a la vez o con demasiada prisa para lograr que el día alcance para múltiples actividades.
Las siguientes son algunas técnicas basadas en la evidencia compartidas por la psicóloga Shalini Gianchandani que ayudan a lidiar con el estrés para llevar una vida más “slow”:
- Programar el manejo del estrés: Asignar al menos 15 minutos diarios para actividades de manejo del estrés. Programar franjas horarias recurrentes para actividades agradables como dibujar, meditar, descansar, estirarse o escribir un diario.
- Elevar las hormonas de la felicidad: Aumenta la dopamina, la oxitocina, la serotonina y las endorfinas a través del cuidado personal. Hay que reconocer sus contribuciones a una mente, cuerpo y alma sanos.
- Activar el nervio vago: Estimular el nervio vago para una mejor digestión, respiración y ritmo cardíaco. Participar en actividades relajantes como yoga, respiración consciente, ejercicio, una dieta saludable y sueño suficiente.
- Establecer una rutina de cuidado personal: Crear una rutina diaria de cuidado personal, incorporando caminatas conscientes y conciencia sensorial. Tomar descansos para observar la naturaleza, como el canto de los pájaros o las flores y árboles en el camino.
- Practicar la gratitud: Reflexionar sobre los aspectos positivos de la vida y anotalros regularmente.
- Conectarse a tierra: Usar técnicas de conexión a tierra para mantenerse presente, como concentrarse en los estímulos externos o sentir que los pies se conectan con el suelo.