Posadas: Historias paranormales en Misiones: el caso de la chica muerta que fue a bailar

El relato tiene diferentes variantes y ya ingresó en la categoría de “leyenda urbana”. Algunos hablan de un chico que conoció a una mujer en un boliche. Otras de una joven que se subió a un taxi tras haber estado en una fiesta. Todas ellas tienen el mismo final que eriza la piel y que involucra a una campera.

Como no podía ser de otra manera, en Misiones abundan las historias de fantasmas que se van transmitiendo de generación en generación. ¿Verdad o mentira? Poco importa. Detrás de cada leyenda está el relato de un abuelo a su nieto, de una madre a su hijo o de un amigo a otro. Quien podría olvidar esos miedos de chicos (o tal vez no tan chicos) a la hora de la siesta por una posible aparición del pombero. O el temor en las noches de luna llena por el lobizón. Por eso, en tiempos de tecnología y redes sociales, es tan importante mantener vivos esos cuentos en la memoria, a través del boca a boca y evitar así que caigan en el vacío del olvido.

La chica muerta que va a bailar en Posadas

Algunos dicen que ocurrió en los 40. Otros en los 50. Todos coinciden en que pasó de noche, más precisamente de madrugada, en Posadas, pero el resto de la historia cambia según quién la relate.

La versión más conocida dice que un gendarme fue a bailar en lo que era el boliche de moda en Posadas: el Parque Japonés con sus cuatro pistas y su cercanía al río Paraná. Estando ahí, conoció a una joven con la que bailó y sintió una conexión especial al instante.

El Parque Japonés fue destruido por un incendio en 1.956. Foto: gentileza Parque del Conocimiento

En un momento, la chica señaló que tenía que irse a su casa y el gendarme se ofreció a acompañarla. Volvieron caminando, hablando. La charla fue atípica para dos personas que recién se conocen. Ella le contó de sus sueños y miedos. También le confesó que su mayor temor era jamás ser amada.

Él cada vez se sentía más atraído por esa mujer. En un momento se rozaron las manos y se dio cuenta que ella las tenía congeladas. “Toma, abrigate”, le dijo el gendarme con un gesto de ternura y le alcanzó su campera. Ella se lo puso, sonrió y prosiguieron su camino.

Fue así que llegaron a la casa. Él ya estaba totalmente hipnotizado y enamorado. Cuando iban a despedirse, ella lo miró, le dijo: “Gracias por esta noche”, le dio un besó y luego entró al hogar sin mediar más palabras.

Aturdido por la situación, el gendarme volvió a su departamento. Cuando logró superar el shock el momento, se dio cuenta que la joven jamás le devolvió su campera. “Tengo una excusa para ir a verla”, se dijo asimismo en un grito de felicidad. Al otro día, se puso su mejor ropa, se compró un perfume para la ocasión, pidió un taxi y se fue directo al punto donde había recibido el mejor beso de su vida.

 

Fuente: Primera Edición

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