Iguazú (LaVozDeCataratas) En el sereno y solemne entorno del cementerio El Salvador en Iguazú, un grupo de trabajadores son fundamentales para mantener el orden en el lugar donde yacen nuestros seres queridos. LaVozDeCataratas compartió una tarde con ellos, quienes hacen muchos años que trabajan allí.
Para muchos, en la jerga municipal trabajar en el cementerio es considerado un castigo, pero para Pereira, quien ingresó directamente al servicio, fue una oportunidad de contribuir desde el inicio: «Cuando entré, ya estaban los más antiguos: Muñoz, Lalo, Ubalda y la señora Susana, que era la jefa. Ingresé como pocero y ahora estoy como cortador de pasto».
Desde el alba hasta el atardecer, los trabajadores del cementerio realizan una labor esencial, sin descanso en sábados ni domingos bajo el intenso sol o lluvia. Su labor va más allá de mantener la limpieza y el orden; a veces, implica brindar algunas palabras de consuelo y apoyo a aquellos que atraviesan por el difícil proceso del duelo.
«En este lugar, ocurren muchas cosas», reflexiona Pereira: «Recuerdo un día que estaba solito, donde los gritos de dolor por la pérdida de un ser querido, hacían estremecer. Yo enterré mi propio tío en ese momento no había poceros, hoy estamos bien divididos cada uno hace su parte y cuando hay inconvenientes todos colaboramos. A veces, las despedidas toman formas inesperadas, desde chicos que llegan en motos haciendo ruidos hasta aquellos que vienen con guitarras y entonan canciones, algunos traen bebidas y cigarrillos. Todos tienen su propia manera de decir adiós».
La experiencia en el cementerio puede ser surrealista en ocasiones, como relata Pereira: «Aunque personalmente nunca lo he experimentado, algunos compañeros han sentido presencias inexplicables durante la noche, como una vez un compañero sintió que le agarraban del cuello y luego pidió su traslado. Pero lo que siempre encontramos son ofrendas y rituales, como payes y objetos enterrados. A pesar de ello, no sentimos miedo».
El trabajo diario implica excavar dos o tres pozos por día, y en ocasiones excepcionales, como relata Pereira, «una vez cavamos 38 tumbas en un solo mes». Pero a pesar de los desafíos y las historias extrañas que rodean este lugar, los trabajadores del cementerio continúan desempeñando su labor con dedicación y respeto, recordando siempre la importancia de su tarea: preservar la memoria y el reposo de aquellos que nos precedieron.
Para José trabajar en el cementerio «es una experiencia única que conlleva una mezcla de sentimientos y reflexiones, nos confronta con la realidad de la muerte, pero también nos brinda la oportunidad de valorar la vida y la importancia de vivirla a pleno». Para alguien que recién comienza a trabajar en el cementerio, como Miguel, los primeros días pueden resultar especialmente difíciles, «Al principio, me sentía muy conmovido por los momentos emotivos que se viven aquí. Ya llevo tres meses trabajando y aún es complicado manejar tantos sentimientos» comentó.
Son los trabajadores del cementerio quienes, con su labor discreta pero invaluable, preservan el legado y la memoria de aquellos que ya no están entre nosotros.
En este día del trabajador rescatamos su labor desinteresada y dedicada, y nos recuerda la importancia de valorar y respetar la vida, incluso más allá de la muerte.