Pretender cambiar al otro suele ser lo que más potencia la angustia en la pareja

El intento genera sentimiento de aflicción. Y no solo en una pareja: también en los vínculos familiares y de amistad.

Dado que el ser humano es un ser social, es inviable la posibilidad de entrever una forma de angustia que no dependa de la interacción del sujeto con los otros (reales o fantaseados, externos o internalizados). A menos que nos encapsuláramos dentro de la más aberrante forma de narcisismo y surgiera en torno nuestro una contundente caparazón autista deshumanizante, siempre habremos de ser seres en relación al mundo.

Incluso Martin Heidegger hablaba del error de pretender separar al sujeto del objeto con el cual se relaciona. El concepto heideggeriano de “Dasein”, por supuesto que pensado por él en relación al humano, nos da cuenta del ser ante el cual se muestra el mundo y que tiene una acción y una meta. Es decir, que el ser es existencia en el mundo.

Los problemas en la pareja, dentro de los más consultados con un psicólogo. (Foto: Adobe Stock)
Los problemas en la pareja, dentro de los más consultados con un psicólogo. (Foto: Adobe Stock)

Tenemos entonces que, de las más variadas formas vinculares, pueden surgir fuentes generadoras de angustia para un sujeto. Pueden tratarse de vínculos familiares, laborales, de amistad, del presente, de un pasado que se añora, de un futuro que se anhela o se teme…

Sin embargo, existe un tipo de relación que se suele destacar por encima del resto en cuanto al nivel de ansiedad que provoca. Se trata del vínculo de pareja. Y, conflictivamente asociada con esta forma vincular es, sin lugar a dudas, la generadora de más consultas frente a los profesionales de la salud mental. De ahí la relevancia de hacer algunas aclaraciones sobre el tema.

Amor, desilusión, enojo

Ya sea que se trate del amor buscado y nunca hallado, del perdido, del no correspondido o del no conveniente, cada vez que este sentir se vea truncado, habrá de sobrevenir, de forma ineludible, una forma de angustia profunda y persistente. Si se cae en la desilusión de descubrir que lo que nos unía al otro no era suficiente como para sustentar una relación, a veces, además surge el enojo y se tiende a atacar al otro con reproches para nada fructíferos.

“¡Antes no eras así!”, suele ser el reclamo, en medio de un desborde de ansiedad, frente a una mirada que no parece comprender demasiado lo que se le reclama. Pero ¿será tan cierto que antes el otro no era así? ¿Así cómo? ¿Cómo se lo imaginó o cómo era realmente? La mayoría de las veces fue el estado de enamoramiento lo que no permitió verlo como en verdad ya era.

Más allá de que se trate de un vínculo de amistad, familiar o de pareja, es siempre saludable descartar la utópica pretensión de cambiar al otro. Dicha pretensión suele ser lo que más potencia la angustia. Y, a menos que quien lo padece abandone sus intentos por cambiar al otro, se haga cargo y tome una decisión (aceptación o alejamiento), no será viable la posibilidad de sanación.

Por ello, para abordar las dolencias psíquicas en el ámbito psicoterapéutico, es imperativo recordar y aplicar las palabras del sabio Hipócrates, que decía: “Antes de curar a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron”.

Fuente TN

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